miércoles, 8 de junio de 2011

GRUPO SUBVERSIVO EN EL MAR ARAL

Por Fileno Schiapacasse

-ANO- Tegucigalpa. “Como si todo estuviese preparado para nuestro rodaje”, dijo Joan Barraza, director del documental “La secta del mar Aral”, luego de que en la rueda de prensa dada en Tegucigalpa, relatara lo ocurrido en la península Vozrozhdeniya –lugar de experimentación con armas biológicas del antiguo ejército soviético– al ver pender de un árbol muerto cientos de restos de piel descompuesta.

“En un comienzo creímos que eran producto de refriegas entre animales salvajes, pero, dado el estado de devastación del ecosistema, concluimos que podían ser los restos de monstruos que hicieron los soviéticos durante la guerra fría”. Así fue como surgió un documental en el que se narra la historia de los buscadores de un animal que ni la más avezada criptozoología ha calculado.

La búsqueda desembocó en el hallazgo de una casa  tan ruinosa como el resto del paisaje del mar Aral  -el cual se ha secado gradualmente desde que los soviéticos, en los sesenta del XX  decidieron desviar los dos ríos más grandes de Asia central que lo alimentaban para incrementar la producción de los cultivos de la región-, habitada por una veintena de hombres flacos y de avanzada edad que se masturbaban tirados sobre el suelo salino.

“Nos explicaron que lo hacían porque ese era el único método para poder luchar contra las pestes hechas por el mismo hombre” agregó Barraza, quien aceptó creerles después de haber entrevistado  Tarás Shevchenko, un sobreviviente de Chernobyl que se dedicó a tocarse mientras la ciudad era evacuada sin dejar de hacerlo durante días, hasta que, finalmente fue trasladado al Asia central donde fundó este pequeño grupo.

Las pieles que estaban colgadas en el árbol muerto no eran otra cosa que pedazos de prepucios de los algunos integrantes fallecidos de la secta. “El árbol muerto es un cementerio”, dijo Barraza quien con esta frase cerró su rueda de prensa y se incorporó visiblemente acongojado.

Al enterarse de la presunta existencia de este grupo, uno de los representantes coreanos del consorcio para la explotación del Mar Aral, Kim Ki Dok, afirmó que se tomarán todas las medidas pertinentes para que nadie interrumpa el desarrollo económico de los países interesados y las corporaciones que “han reunido sus más grandes talentos para que el mar Aral no solo sea el recuerdo seco de un pasado turbio, sino que aún pueda servir de algo a la humanidad”.

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